
Mañana soleada en la ciudad de los veranos eternos. Ahí vive hace más de 70 años Antonio, sus pasos se arrastran por el suelo como si llevaran pesados grilletes atados a los tobillos. Tose y escupe una flema al suelo de esa casa que construyo con sus propias manos para vivir con su esposa a la cual no ve por que la muerte decidió alejarlos.
Pasa los días escuchando un disco de vinilo, recordándola y extrañándola.
La soledad lo ha vuelto amargado y su único consuelo es fumar un cigarro cada tarde cuando el sol se oculta para darle paso a la luna. Siempre viste de la misma forma, una camisa roja y un pantalón negro, no se afeita y el cabello lo tiene largo, su aspecto parece no importarle, cada vez que paso por su casa el ambiente huele a nostalgia y tristeza, su mirada se fija en el cielo como rogando que se apiadan de el allá arriba y lo lleven junto a su amada. Algunos días he escuchado su llanto desolador por las noches y su ruego perpetuo a la muerte que acabe con la tortura que se ha vuelto para el vivir en completa soledad. Mañana soleada, las calles están en silencio como si estuvieran desiertas, de pronto un coro de lamentos se dejan oír. Y trajes negros comienzan a deambular por las aceras con flores que dejan su rastro. Antonio ha muerto, todos se sienten mal y esbozan unas palabras de alabanza sobre aquel viejo renegón.
Pero la tristeza no se apodera de mi, al contrario dibujo una sonrisa, miro hacia arriba en donde el sol brilla cada día mas fuerte y dos siluetas se están besando y abrazando. Son Antonio y su amada por fin están juntos, alzo la mano con fuerza despidiéndome, ¡adiós Antonio! ¡Adiós viejo renegón!
Pasa los días escuchando un disco de vinilo, recordándola y extrañándola.
La soledad lo ha vuelto amargado y su único consuelo es fumar un cigarro cada tarde cuando el sol se oculta para darle paso a la luna. Siempre viste de la misma forma, una camisa roja y un pantalón negro, no se afeita y el cabello lo tiene largo, su aspecto parece no importarle, cada vez que paso por su casa el ambiente huele a nostalgia y tristeza, su mirada se fija en el cielo como rogando que se apiadan de el allá arriba y lo lleven junto a su amada. Algunos días he escuchado su llanto desolador por las noches y su ruego perpetuo a la muerte que acabe con la tortura que se ha vuelto para el vivir en completa soledad. Mañana soleada, las calles están en silencio como si estuvieran desiertas, de pronto un coro de lamentos se dejan oír. Y trajes negros comienzan a deambular por las aceras con flores que dejan su rastro. Antonio ha muerto, todos se sienten mal y esbozan unas palabras de alabanza sobre aquel viejo renegón.
Pero la tristeza no se apodera de mi, al contrario dibujo una sonrisa, miro hacia arriba en donde el sol brilla cada día mas fuerte y dos siluetas se están besando y abrazando. Son Antonio y su amada por fin están juntos, alzo la mano con fuerza despidiéndome, ¡adiós Antonio! ¡Adiós viejo renegón!
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